viernes, 9 de noviembre de 2018

El último caballero de Lucha Reyes


El último caballero de Lucha Reyes


Mientras conversaba sobre algunos aspectos de la música guadalupana con Nicolás Jara[1], mi padre, me enteré no solo de que Ausberto Mendoza quizá fue el primero en grabar un disco de vinilo en Guadalupe[2], sino también que fue el último compromiso de Lucha  Reyes. ¿Lucha Reyes?, ¿La morena de oro del Perú? Recuerdo que mi padre calmó mi desconcierto diciéndome parcamente que sí; aunque inmediatamente agregó un jactancioso: ¿No lo sabías? Tras mi categórico no, me dijo: Bah, no me digas que tampoco sabías que Lucha Reyes visitó Guadalupe. Al ver mi cara de enorme pregunta, agregó: Dicen que se hospedó en la casa de don Felipe Costilla, el tío de Ausberto Mendoza.

Si damos fe a lo poco que La Internet nos brinda, aunque no se especifica  que Ausberto Mendoza fue el último compromiso de Lucha Reyes, sí dice que  fue el último compromiso de La Reina del Criollismo:

[…] “En esta última etapa ya conocía a su último compromiso, el guitarrista Ausberto Mendoza, quien con amor íntegro y desinteresado, atendía a la cantante en todo los aspectos, y la acompañó hasta sus últimos momentos de existencia.”[3]

[…] “Lucha gozó los tres o cuatro últimos años de su vida llena de éxitos, pero con dificultades en su salud durante todo ese tiempo.  Se dice que ya estaba ciega debido a la diabetes cuando graba “Mi última canción”.  El guitarrista Ausberto Mendoza, su pareja, era su lazarillo, quien la llevaba de la mano, lo ayudaba a vestirse, incluso a maquillarse.”[4]

Según palabras de mi padre, Lucha Reyes,  aprovechando el regreso de su  gira por el Ecuador, hizo una parada en Guadalupe, la tierra natal de Ausberto Mendoza, poco antes de su deceso.  Se hospedaron en la casa de don Felipe Costilla Serrano[5], tío del músico guadalupano.  ¿Habrá fotos que den testimonio de este singular suceso? ¿Hubo jarana criolla en la casa del anfitrión? Debido al renombre y fama de Lucha Reyes, es de suponerse que este suceso habría causado alboroto; aunque, por otro lado, teniendo en cuenta que el barrio de La Ferrocarril era, mayormente, de migrantes de la sierra, quizá La reina de la Canción Criolla no llamó tanto la atención y no hizo tanta noticia.

Aunque me he planteado la pregunta, no he podido dar aún con la respuesta: ¿Ausberto Mendoza acompañaría musicalmente a Lucha Reyes,  grabarían alguna canción, juntos?  Aunque es posible, y por ahora solo en el plano  especulativo, lo que sí es cierto es que a Ausberto Mendoza su unión con la Morena de Oro le ha significado un alto costo a su propio brillo y talento; pues, cuando de nombrarlo se trata es reducido injustamente a “méritos” casi exclusivamente conyugales y coyunturales, como bien puede leerse en las dos citas de líneas arriba: “Ausberto Mendoza, el último compromiso de Lucha Reyes”. Y digo injustamente porque el músico guadalupano en realidad es muy reconocido en el ambiente criollo a nivel nacional, tanto que su dúo Los Caballeros del Perú, que conforma junto a Leoncio Bellina, natural de Chiclín, en julio de 2012 fue incluido en la antología de música criolla titulada: “El norte tiene lo suyo: gran reserva del criollismo”[6];   producción musical que estuvo a cargo de Julie Freundt (producción general), Lucy Avilés (producción ejecutiva) y Willy Terry (dirección musical) y que consta de dos discos compactos: ‘Los Hijos de Sipán’ y ‘Los Hijos de Tallán”, con un repertorio exclusivo de canciones de compositores e intérpretes del departamento de La Libertad, Lambayeque y Piura.

Finalmente, me pregunto, por qué Ausberto Mendoza, siendo de la talla que es, parece desconectado de Guadalupe, su tierra natal. El hecho de haber sido el último caballero de Lucha Reyes, de ser un músico criollo de renombre, de ser integrante de dúo emblemático Los Caballeros del Perú, de aparecer en antologías nacionales de la música criolla, de presentarse en programas de la talla de, por ejemplo, Una y mil voces[7], y casi nadie sepa que es guadalupano, es algo lamentable; pues se desperdicia una amplia ventana, de las pocas que tiene Guadalupe para promocionarse a nivel nacional. Esta especie de desconexión terrígena de Ausberto Mendoza, por las razones que sea (ya por desidia, ya por desapego, ya por indiferencia…), aunque es su derecho inalienable, no nos priva, a nosotros sus paisanos, de sentirnos orgullosos de su talento y figura; no nos priva de jactarnos y gritar a viva voz que el último amor de la Morena de Oro del Perú fue un reconocido músico guadalupano.



[1] Nicolás Jara Carrera, vocalista de Los Heraldos del Norte, (re)conocido popularmente como  “El rasca rasca” (20/03/1945 – 10/01/15)
[2] En realidad no se cuenta con las evidencias físicas que permitan afirmar esto categóricamente. Para más información al respecto, leer: El primer disco de vinilo guadalupano (Robert Jara, octubre de 2018)
[5] Vecino de la Manuel Banda (conocida antiguamente como La Ferrocarril) que alguna vez ostentara, aunque sin éxito, la alcaldía de Guadalupe.
[6] En esta  producción musical, fueron incluidos, entre otros, también: Nicolás Seclén y Salvador Santisteban (Los Mochicas), Gerardo Coronado (ex integrante de Los Trovadores del Norte), Telésforo y Freddy Chávez (Los Tacaleños).
[7] Los Caballeros del Perú en Una y Mil Voces: http://www.youtube.com/watch?v=fJmzAXmvmsA

miércoles, 31 de octubre de 2018

El primer disco de vinilo guadalupano


El primer disco de vinilo guadalupano

I

En la década del 1970 se popularizó el disco de vinilo, aunque su existencia  se remontara hacia finales del siglo XIX.

Cómo no recordar aquel disco negro de surcos aparentemente concéntricos que iban achicándose a medida que se acercaban al agujero pequeño del centro. El sonido grabado en éste era reproducido por el gramófono, más conocido popularmente como tocadiscos, aparato en forma de caja con un plato en la parte superior y un brazo mecánico que sostenía una aguja: era todo un ritual apreciar cómo brotaba la música por los parlantes mientras la aguja recorría los surcos del disco que giraba sobre el plato.  

Decir que en los 70 se popularizó el disco de vinilo, es relativo; pues en realidad no cualquiera podía adquirir un tocadiscos, por lo que comprar discos no tenía sentido a pesar de no ser estos muy caros; no obstante esta situación, la música por su carácter escurridizo y volátil, se filtró por puertas y ventanas y se lanzó a las calles, al viento, y así todos gozamos de la música sin distinciones; lo cual, por ejemplo, no sucedió con la llegada del televisor; pues solo podían gozar de la programación un par de familias en el barrio y aquellos extraños que tenían la suerte de ser admitidos  tras previo ruego o un pago simbólico. Por aquellos años podíamos gozar las bondades del disco de vinilo, sin que lo tengamos en casa, mediante las ondas de la histórica Radio Albújar, por ejemplo. En Semán, recuerdo, además de escuchar la música que brotaba del parlante de la radio, escuchábamos la música que brotaba de un parlante enorme que yacía en lo alto de un poste: las cumbias, los waynos, los valses, se filtraban por el viento, por la ranchería, por la pampa, por los arrozales. Así gozamos de las bondades del disco de vinilo, sin necesariamente tener uno en nuestros hogares. En casa, guardados en un viejo ropero, había algunos discos de vinilo, lo únicos que en realidad tuvimos: recién de joven, cuando los discos ya habían desaparecido, me enteré de que contenían las canciones de Los Heraldos del Norte (LHDN)[1], y que a mi padre, Nicolás Jara[2], primera voz de esta agrupación guadalupana, quizá la disquera limeña le dio como recuerdo, agradecimiento o parte de algún pago.      

II

Lo que dio origen a este texto, no fue el querer saber quién adquirió el primer disco de vinilo (y el primer gramófono o tocadiscos) en Guadalupe, pues quedaríamos en la simple anécdota; sino, más bien, el querer saber quién fue el primer guadalupano en grabar un disco de vinilo. El tratar de resolver esta inquietud echaría un poco de luz sobre la incipiente (por no estudiada) historia del arte guadalupano, en general; y, el de la historia de la música guadalupana, en particular. Es necesario recordar, con el solo ánimo de reconocer nuestro estado de conocimiento, que hace falta realizar un estudio serio y sistemático sobre el proceso y desarrollo del arte local.

Motivado por esta inquietud personal indagué entre la gente de a pie que en los 70 había gozado, directa o indirectamente, de las bondades del disco de vinilo. Tras escuchar los testimonios, corroboré lo que, desde siempre mi padre había contado orgulloso infinidad de veces en las reuniones familiares: Los Heraldos del Norte fuimos los primeros en grabar en un estudio profesional; recuerdo clarito cuando los empresarios limeños liderados por Sebastián Silva vinieron a buscarnos hasta Guadalupe. Ah, y en esa época, por si acaso,  no grababa cualquiera, como ahora…  Por lo tanto, a la luz de lo averiguado, el honor de haber sido el primer guadalupano en grabar un disco de vinilo le correspondería a LHDN, agrupación guadalupana de música vernacular integrada, desde sus inicios, por músicos humildes y desconectados de la élite musical limeña. Su primer disco, de los 08 que produjo, se grabó en Lima el año 1974 en los estudios del sello discográfico Universal, y es solo cuestión de tiempo para saber con exactitud la fecha del singular suceso. Es  menester señalar que, por añadidura, a Nicolas Jara le correspondería el honor de haber sido el primer cantante guadalupano en grabar su voz en disco de vinilo en un estudio profesional de música.

III

Cuando ya había creído resuelta mi inquietud, me enteré de repente por boca de Nicolás Jara que unos meses antes de que LHDN grabara su primer disco de vinilo, lo habría hecho un tal Ausberto Mendoza, un guadalupano, sobrino de don Felipe Costilla[3], de quien yo hasta entonces  no había tenido noticias. Lo insté a esforzar su memoria y a recordar el título de alguna de las canciones que Ausberto Mendoza habría grabado. Al rato me dijo que una de las canciones fue el vals La gran noticia. Tras otro ejercicio mental me recitó, aunque con signos de duda, una estrofa de la mencionada canción[4]. De pronto como si de algo normal se tratara, me reveló: Ausberto Mendoza fue el esposo de Lucha Reyes. ¿Lucha Reyes?, ¿La morena de oro del Perú? Calmó mi desconcierto y sorpresa diciéndome parcamente que sí. Y remató con un jactancioso: ¿No lo sabías?

Reparado de la grata sorpresa elevada a su máxima expresión, me dediqué a indagar sobre Ausberto Mendoza. Tras conversar con varios guadalupanos, entre ellos algunos músicos criollos, me percaté de que casi nadie sabía de la existencia de este músico, de que era un perfecto desconocido. En cambio la Internet, aunque no consignaba mucha información al respecto, me avisó que se trataba de un músico muy reconocido dentro del ambiente criollo a nivel nacional (su nombre aparecía siempre junto a los de la crema y nata del criollismo peruano); me avisó que era (y que es) integrante del dúo Los Caballeros del Perú, junto al reconocido músico Leoncio Bellina, natural de Chiclín; y me confirmó, sobre todo, aunque por ningún lado se mencionara que fuera guadalupano, que Ausberto Mendoza había sido el último esposo de Lucha Reyes; sí, de la morena de oro del Perú, la reina absoluta de la canción criolla[5]. Lo estéril de la búsqueda fue no hallar ningún vals titulado La gran noticia; lo que sí hallé fue la letra de una canción titulada “Perdóname”, de  Rafael Amaranto Castillo, cuyos dos primeros versos de su segunda estrofa eran idénticos a los de  La gran noticia. Puede que la memoria de mi padre haya fallado y confundido la letra de La gran noticia con la de Perdóname; o puede que simplemente le cambiara de título.

El mérito de haber sido el primer guadalupano en grabar un disco de vinilo, le correspondería a Ausberto Mendoza, de corroborarse, con evidencias físicas, que efectivamente grabó La gran noticia unos meses antes de que Lucha Reyes falleciera.[6]

IV

El asunto se volvió a complicar cuando me enteré, nuevamente, por boca de Nicolás Jara, poco antes de su muerte, que un tal Carlos Angulo había grabado un disco, unos meses antes que LHDN. La noticia me dejó frío. ¿Y por qué no me lo contaste antes? No estaba muy seguro de la fecha y porque, además, Carlos Angulo había grabado con su propia plata.

Carlos Angulo, según parece, migró de la Selva, solo, y se estableció en Guadalupe, probablemente en el Jr. Ayacucho.  Pronto empezó a participar en las actividades artísticas de la zona[7], donde se  presentaba y se hacía presentar, sin reparo alguno, como cantante y compositor, a pesar de que la gente no lo tomaba muy en serio y hasta se burlaba de él; esto último quizá se debió a que cantaba música vernacular[8]. De corroborarse esta información, el honor de haber sido el primer guadalupano, aunque no de nacimiento, en grabar un disco de vinilo, le correspondería a Carlos Angulo, músico y compositor que parece haber sido devorado por el tiempo y el espacio.

V

Si bien Ausberto Mendoza (LCDP) habría grabado poco antes que Carlos Angulo; y éste, poco antes que LHDN, no se cuenta, por ahora, con las evidencias físicas que corroboren categóricamente este ordenamiento cronológico. No obstante esta limitación, sí podemos afirmar, aunque con carácter temporal, basados en la única evidencia física que existe -08 vinilos de 45rpm-,  que el honor de haber sido el primer guadalupano en grabar un disco de vinilo le corresponde, colectivamente, a LHDN; mientras que el honor de haber sido el primer cantante guadalupano en grabar su voz en disco de vinilo le corresponde, individualmente, a Nicolás Jara, la figura más visible, representativa y popular de esta importante agrupación musical de Guadalupe.
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[1] En el artículo Los Heraldos del Norte (Robert Jara) se consigna información detallada sobre esta importante agrupación guadalupana de música vernacular, que ostenta no solo el mérito de haber grabado cuando hacerlo era extremadamente difícil, sino también, de haber sido procurada y buscada por propia iniciativa de una disquera capitalina.
[2] Nicolás Jara Carrera [20/03/1945 – 10/01/15], primera voz de Los Heraldos del Norte, (re)conocido popularmente en su tierra como “El rasca rasca”, en alusión a la canción más popular de la agrupación.  
[3] Vecino de la Manuel Banda (conocida antiguamente como la Ferrocarril) que alguna vez ostentara, aunque sin éxito, la alcaldía de Guadalupe.
[4] La gran noticia (estrofa):

Perdóname si alguna vez de ti me enamoré / Fue una obsesión la que nubló mi corazón
Nunca supe comprender que me quisiste / Nunca supe comprender que me olvidaste
                                                
Buscando en la red, teniendo como dato esta estrofa, no hallé ninguna canción  titulada  La gran noticia;  lo que sí hallé fue la letra de una canción titulada “Perdóname”, de  Rafael Amaranto Castillo, cuyos dos primeros versos de su segunda estrofa era idénticos a los de  La gran noticia. Puede que la memoria de mi fuente haya fallado y confundido la letra de La gran noticia con la de Perdóname; o puede que mi fuente simplemente le cambió de nombre a la canción.

Perdóname si alguna vez de ti me enamoré, / fue una obsesión la que nubló mi corazón.
Perdóname si alguna vez de ti me enamoré, / fue una obsesión la que nubló mi corazón.

[5] Este hecho singular se trata con amplitud en el artículo inédito: “El último caballero de Lucha Reyes” (Robert Jara)
[6] Lucha Reyes [19/07/36 – 31/10/73], conocida popularmente como La Morena de Oro del Perú, considerada como la mejor intérprete de música criolla.
[7] Por aquella época (década de 1970) había una intensa actividad cultural en La Ferrocarril, animada por el entusiasta Agustín Vélez Collas, quien lideraba la asociación Voces y Cantares de mi Barrio.
[8] Nicolás Jara fue víctima de burlas en los escenarios debido a que: 1) era campesino, 2) cantaba waynos cuando el wayno no era (muy bien) aceptado.

martes, 11 de septiembre de 2018

Tierra milenaria, un canto de amor a mis raíces

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Tierra milenaria, 
un canto de amor a mis raíces

He tenido el privilegio, ya sea debido al desinterés de los que me precedieron o ya sea debido al adormecimiento histórico de los mismos, de elevar a Guadalupe a la categoría de motivo musical andino[1]. Si bien otros le han cantado, también es cierto que no salieron del criollismo (género musical asumido sin cuestionamientos ni reparos como el único género representativo de la zona). ¿Acaso nuestros abuelos (léase chimúes, moches, etc.) no soplaron sus quenas y sus zampoñas, no zapatearon al ritmo de sus waynos? Esta pregunta me colocó, desde mi juventud, frente a un incómodo silencio, a un vacío histórico. ¿Cómo es que esos elementos musicales terminaron excluidos de la música guadalupana? ¿Cómo es que dimanaron siendo elementos casi exclusivos del folklore andino?

Mi preocupación por el problema de la identidad cultural cobró firmeza y realidad con la composición de “Tierra Milenaria” (1993), cuyo título por sí solo era ya emblemático, una provocación al canon cultural, a la elite enajenada; antes de esta canción, Guadalupe siempre había sido La Cuatricentenaria Ciudad de Guadalupe.

Si bien se había vuelto tradicional llamarle a Guadalupe, La Cuatricentenaria Ciudad de Guadalupe, en clara alusión a su fundación y ascendencia españolas, era necesario aclarar a propios y foráneos que la fundación española no creó, ni inventó al hombre guadalupano; el guadalupano vivía aquí desde hace milenios vestido con sus propias tradiciones y costumbres como una comunidad de indios. La fundación española representó un simple acto formal de fundación[2] de un pueblo que pre existía a la llegada de los españoles.  Esta pequeña comunidad prehispánica, asentada en Omnep, es la que junto con los padres agustinos se asentaría luego en Anlape, en las faldas del cerro Namul; comunidad que finalmente se asentaría en lo que hoy es la  actual plaza de armas de Guadalupe. No hay que olvidar que este pueblo milenario recién adoptó el nombre de Guadalupe, el cual perdura hasta el día de hoy con variaciones leves, el año 1562, cuando la imagen de la virgen de Guadalupe arribó a estas tierras desde Extremadura, España. Es en memoria y tributo a estos abuelos prehispánicos, víctimas del olvido y/o desdén de sus propios nietos y autoridades, víctimas de una historia blanqueada, víctimas gratuitas en nombre de un abolengo hispano, que desde hace casi dos décadas y media difundo y exclamo: Guadalupe, tierra milenaria.

Tierra Milenaria, canción folklórica compuesta el año 1993. Primer tema en la historia musical de Guadalupe  que trae de vuelta a la memoria colectiva la ascendencia prehispánica (milenaria) y la condición mestiza del hombre guadalupano, elementos culturales casi sepultados y borrados por la expresión popular, aparentemente inofensiva: La Cuatricentenaria Ciudad de Guadalupe. El título por sí solo enfrentaba a este problema; ni qué decir de la letra, el ritmo y la melodía.  

A paso lento, pero seguro, Tierra Milenaria se fue instalando en el imaginario colectivo como el himno folklórico de Guadalupe, como el himno alternativo (al oficial). Tierra Milenaria inicialmente fue tocada por Llakinay, un grupo humilde de Semán, como paliativo a la negación de los grupos de la ciudad. Solo algunos años después, Solnakanu, que por entonces se proyectaba desde Guadalupe, se animó a tocarla; esa aventura quedó perennizada en un video que hizo Raúl Nakasone y que se difunde por Internet. El 2004, fue grabada en AIMA Studio (Argentina) como parte de un proyecto de la Asociación Internacional de Músicos Andinos; esta versión, por su calidad, fue la que cimentó y aceleró su popularización: yo, personalmente, la difundí por la redes; también la difundió Oscar Espinoza a través de Radio G; la utilizó Laly Gálvez para realizar un video que se difunde por YouTube; la utilizó como base Manuel Álvarez Ascoy (Bambú Producciones) para realizar dos versiones no folklóricas, una de ellas interpretada por el coro “Pequeñas Voces Guadalupanas” y es difundida por Internet. Y, sobre todo, se mantuvo vigente porque Los Jara (Joe Jara, Robert Jara, Edinson Torres, Cucho Lamela, entre otros) nunca dejaron de la tocarla en cada presentación, pública o privada que tenían. Me he enterado que se canta en algunos colegios, y que, frecuentemente, se toca en ceremonias oficiales.

Estando en Puerto Rico, hurgando en la Internet, descubrí (quizá el 2000) que Tierra Milenaria había sido traducida al Muchik. La sorpresa se agrandó cuando descubrí que el traductor se llamaba Antonio Hermógenes Sachún Cedeño. ¿Sachún? Y se me vino a la memoria mi profe Sachún de historia universal, tercer año de secundaria. Averigüé más y descubrí que el traductor y mi profe eran la misma persona. Entonces recordé que tuve el privilegio de que el profe Sachún me enseñara, aunque fuera por unos meses debido a que justo ese año dejaba Guadalupe para irse a vivir a Moche - Trujillo. Fue emotivo ver mi canción en el idioma extinto de los abuelos de mis abuelos: Ejep aio, rezaba el título.

¿Y por qué valoro tanto las "interpretaciones y usos" que ha tenido mi canción? Porque han sucedido por voluntad propia y espontanea de los involucrados; es decir, no he tenido que rogar, ni implorar. Y he ahí el porqué de mi sincero agradecimiento a los que de un modo u otro ha contribuido para que mi canción se vaya escapando, en el buen sentido, lentamente de mis manos, y quizá se haga cierto lo que mi hermano Joe me dice: Robert, Tierra milenaria ya no es tuya, es del pueblo.   

A mediado de los 90, a Guadalupe, le obsequié la waynonera “Tierra Milenaria”, que está cumpliendo 25 años de existencia, y el wayno “pakatnamú”; el 2015, la plaqueta literaria Promesas al pie del barranco; el 2016, Santo remedio; el 2017, Un ateo longevo; para no perder la costumbre, este año, le estoy obsequiando la “marinera” Mi guadalupanita (estudio M Music Studio) un canto fusión a la flor del arroz, que por años Los Jara ya la vienen cantando. ¡Salud(os), Guadalupe, tierra milenaria! ¡Ejep aio!

viernes, 24 de agosto de 2018

La cruz de Motupe de Semán...


LA CRUZ DE MOTUPE DE SEMÁN


Robert Jara

I

Todos los años, la cooperativa agraria Nuestra Señora de Guadalupe, ponía movilidad (a veces el ómnibus, a veces el camión) para que los socios y sus familias vayan hasta Motupe a venerar a la cruz de Chalpón. Este viaje tradicional se daba a fines de Agosto. Y fue durante el viaje del año 1,974 que por iniciativa de Alejandro de la Cruz, Juan Chávez (+), Bernardo Chávez (+), Teófilo Chávez, Gregorio de la Cruz (+), Manuel Aquino (+), Fabio Pinegro, Andrés Namuche, Pablo Bruno y otros más que escapan a la memoria surgió la idea de adquirir una réplica de la Cruz de Motupe para rendirle culto en Semán. Al poco tiempo alrededor de la Cruz de Motupe se forjó una festividad pagano religiosa que se instaló como un elemento importante de la identidad semaneña.

Durante los primeros años la responsabilidad de administrar la festividad en honor a la Cruz de Motupe, la cual se realizaba en el mes de agosto, recayó en manos de la familia De La Cruz Bances; responsabilidad que luego pasó a manos del Club Atlético Semán, luego a la familia Aquino Guevara, para finalmente recaer en manos de la juventud semaneña. En realidad el que hoy los jóvenes asuman esta responsabilidad hace justicia a un pedido histórico: a inicios de los años ’90 los jóvenes de la Asociación Cultural Pachamama pedimos a nuestros mayores la oportunidad de administrar la festividad de la Cruz de Motupe, oportunidad que nos fue  negada. Por eso ahora los jóvenes asumen esta oportunidad como un compromiso histórico, como un reto colectivo: darle a la festividad de la Cruz de Motupe la resonancia popular que al inicio tenía.

Los viajes tradicionales a Motupe concluyeron el año 1,983 cuando a la algarabía de pronto le sucedió la tristeza: el camión rojo, cuando retornaba del norte a Semán, de las velaciones, trayendo a los devotos, sufrió un trágico accidente que tuvo como saldo un muerto y varios heridos.  Si bien este suceso marcó el fin de la esperada peregrinación a Motupe, no truncó la fe de los semaneños, sino más hizo que refugiaran y ahondaran su mirada en la Cruz de Motupe de Semán.

Doña Alejandrina Salazar (+) y don Fermín Atalaya ayudaron, también, a preservar y difundir la festividad de la Cruz de Motupe en Semán: los, en ese entonces, esposos administraban familiarmente otra réplica, cuya resonancia alcanzó a toda la comunidad. Lamentablemente esta tradición poco a poco fue perdiéndose.

Todo pueblo tiene sus expresiones culturales que lo identifica, e integra. Por eso, pueblo de Semán, lunar de arrozales, de gente humilde y trabajadora, hoy los jóvenes te invitan (e invocan) a participar de las actividades programadas en honor a la santísima Cruz de Motupe, cruz que ha peregrinado a lo largo del tiempo desde la casa de la familia De la Cruz Bances (Ranchería Vieja), a una capilla improvisada (ex casa de la familia Jara, en la hoy Av. Universitaria), y de ahí, hasta definitivamente asentarse  en su propia capilla, ubicada en la actual plaza de armas de Semán.

[08 de agosto de 2011]

II

Cuatro años después de escribir esta semblanza volví a Semán.  Era 05 de agosto de 2015, día central de la festividad de la Cruz de Motupe.

Por la tarde, con mi familia, fuimos apurados y contentos al local de la crucecita; pues ya empezaría la procesión. Mientras avanzábamos imaginé el local repleto de gente, imaginé a los devotos "peleándose" por poner el hombro y cargar el anda; imaginé que en el cielo retumbarían mil cohetes, imaginé la algarabía, la fiesta...  Pero cuando llegamos al local me topé con una triste realidad.  Había apenas tres o cuatro devotos espantando la soledad de la crucecita, masticando el incómodo silencio. Y serían tan pocos los devotos que ni siquiera alcanzó para que cargaran el anda, por lo que la crucecita, en su día central, tuvo que resignarse a no salir en procesión por las callecitas de Semán, como solía hacerlo todos los años. Recordé que nunca antes había sucedió este lamentable suceso.  

Quizá este suceso simplemente refleja cómo la  religión católica ha ido  perdiendo sus fieles mientras la religión evangélica los ha ido ganando. Aquí un dato, no para ofenderse ni rasgarse las vestiduras sino para tener en cuenta y tomar acciones correctivas, si acaso a los católicos les interesa.

¡Semán, despierta!